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Crimen perfecto

Artículo publicado en el diario El Pueblo de Albacete - 11 julio 2007 - María del Carmen Vasco Mogorrón

   Hay quien dice que nadie puede llegar a cometer un crimen perfecto; pero esa afirmación no es del todo cierta. Existen asesinos muy ingeniosos, demasiado inteligentes, que saben hacer las cosas de tal modo que ni tan siquiera existe la sospecha de que se ha producido un asesinato. Estos criminales, a veces agobiados por no ser descubiertos, al final no les queda otra cosa que confesar, o provocar que alguien descubra los cadáveres.

   Así ha ocurrido en Bélgica, donde un fontanero belga, que mató a su esposa y a su hijastro a puñaladas y golpes y guardó los cadáveres en el congelador, ya no sabía ni qué hacer, para que alguien se enterara que había cometido un crimen. En el colegio nadie sospechó cuando el menor dejó de asistir a las clases. La familia de la fallecida tampoco se alarmó por no tener noticias de su hija, salvo unos mensajes que les hizo llegar al móvil. Esto es cuanto menos curioso. Lo cierto y verdad es que el asesinato se cometió la segunda semana de abril. Tiempo suficiente como para pensar por qué un menor de once años no vuelve nunca más al colegio, o por qué una hija se comunica de uvas a peras con mensajes breves y absurdos, del tipo "estoy en Luxemburgo".

   El autor de esta carnicería se llama Didier Charron, tercer marido de la fallecida, que, al parecer, podría volverse violento cuando se excedía con la bebida. De profesión fontanero, tenía complicaciones para encontrar un empleo estable, pues no parecía encajar en ninguna parte por su inestabilidad y su carácter agresivo. En general, todas las personas que lo conocían parecen coincidir en afirmar que esta persona era violenta con frecuencia.

   Según la propia confesión del asesino, todo se desencadenó con una fuerte discusión familiar, algo a lo que el vecindario ya estaba muy acostumbrado, por lo que una más una menos tampoco les llamaba la atención. Tampoco les tuvo que llamar la atención el repentino silencio que, desde la fecha de los hechos, se instaló en esa casa, la cual acostumbraba a ser un polvorín.

   Tras la tragedia, Didier enviaba mensajes cortos a los móviles de los familiares de la asesinada, haciendo entrever que ésta se había marchado; incluso llamó una vez a una de las hermanas de la fallecida, preguntando acerca de su paradero. Nada de esto pareció levantar sospecha alguna.

   Aburrido de no ser descubierto y tener ya unos cuantos meses dos cadáveres en el congelador, planificó su descubrimiento, invitando a cenar a unos amigos y dejándose ayudar por una de las mujeres para recoger los platos y meter los restos de la comida en el congelador. El asesino estaría inquieto por conocer la reacción que tendría la descubridora de tal masacre. Sin embargo, ésta volvió al comedor como si nada, actuando con total normalidad, y al rato los invitados se despidieron, abandonando al anfitrión, el cual quedó de nuevo solo con los cadáveres congelados.

   La ayudante espontánea sí había visto los cadáveres, pero optó por actuar con esa sangre fría. Al rato de abandonar el domicilio, mientras nuestro asesino se sentía plenamente incómodo, al no verse descubierto, se presentaron en la casa unos agentes, encontrando, al igual que la invitada, los dos cadáveres en el congelador.

   Asombroso. Igual de asombroso es que no era la primera vez que Didier intentaba matar a su pareja, e incluso había tenido episodios violentos con su anterior esposa, a la que, al parecer, ya había intentado estrangular. Supongo que los vecinos tuvieron que escuchar muchas discusiones violentas en ese domicilio, y que lo que ocurría en esa casa era un secreto a voces en todo el pueblo, que tan sólo cuenta con 54.000 habitantes, aunque nadie se daba por aludido y nadie quiso formar parte de ese problema

   Mató a su esposa y a su hijastro. Nadie sospechaba nada. Ni en el colegio, ni los vecinos, ni los familiares. El asesino estaba ya como loco por ser descubierto, pues días antes había intentado que su hijo, nacido del primer matrimonio, junto con su novia fueran a comer a casa, para encontrarse con el pastel, plan que no le salió bien, al rehusar ambos la invitación.

   La responsable de Educación de la localidad donde se produjeron los hechos recomendó un cambio en la legislación imperante, de modo que toda ausencia prolongada de un alumno en circunstancias poco claras provoque el inicio de una investigación judicial.

   Dicho todo lo anterior, lo que no deja claro es si estamos ante un verdadero crimen perfecto o más bien ante la dejadez de muchos.

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